El año del cierre

A principio de este año, se cumplieron 20 años de la muerte de mi viejo. El día que se cumplían los 20 años, comencé el día cobrando la sucesión que había sido demorada todo este tiempo. Fue un gran cierre. No tanto por lo económico, sino por lo que significaba darle fin a un tema que arrancó cuando aún era menor.

Pero no es el único cierre.

Hace dos días, se me dió por preguntar si se sabía cuando tocaba sacar sus restos. Y resultó que el mes que viene, llegó el momento.

Hace más de 20 años que está enterrado en el cementerio. Hace más de 19 años que no voy. Hace más más de dos décadas que no tengo la necesidad de ir y quería que llegara este momento, para cremar sus restos y esparcir sus cenizas en el pueblo de su infancia como era su voluntad.

Pero ahora que llegó el momento, no quiero que llegue. Quiero ir al cementerio, pero no me animo a ir solo y no quiero decirle a mi familia que tengo miedo. Que me siento otra vez, como ese chico que alguna vez fuí, mirando una lápida y hablándole de mi vida. 

Tengo casi 20 años de cosas para contarle y tengo miedo. Siento angustia, siento vergüenza y siento soledad.

Me siento chiquito, y no solo de edad, sino ínfimo. 

Ha pasado más de la mitad de mi vida y siento que tengo que ir, que tengo que estar, que debo cumplir. 

Ahora sí llego el cierre. Ese duelo es momento de dejarlo ir para siempre. Y me siento un niño y aunque estuve toda la vida preparado para esto, no sé si estoy preparado para hacerlo.

Pero hasta aquí llegó el tiempo, y tengo que ir, tengo que ir.

Comentarios