Capítulo 8: 30 años

Durante más de la mitad de mi vida, esperaba llegar a los 30. Y los últimos cinco años se había convertido un gran miedo y ansiedad llegar.

Con esos 30 años, podría iniciar los trámites de adopción, y cumplir el gran sueño de mi vida. Luego de toda una vida esperándolo ese día llegaría finalmente.

Estábamos solos en casa con él, faltaban solo horas para que se hiciera mi cumpleaños, y empecé a sentirme nervioso, molesto, eufórico, triste, alegre y mucho más; pero hice un esfuerzo sobrehumano, para disimular todo eso que me pasaba. Pasaba el tiempo, y no me soportaba a mí mismo, él empezó a darse cuenta que algo tenía en la cabeza, y le mentí por segunda vez. Le dije que no me pasaba nada, cuando en realidad sentía miedo y tenía ganas de arrancar llorando de lo que significaba para mí cumplir 30 años (Motivo 10).

Se hicieron las 12 en punto, me saludó y un escalofríos recorrió sobre mí de punta a punta. Solté una lagrima (que me sequé rápidamente) y otra la contuve. Ese escalofrío me organizó la molestia que tuve en las ultimas horas (y también si lo pienso bien, los últimos meses).

Ya no quería adoptar. Quería que adoptáramos. Quería que él fuese el padre de mi hijos. Por primera vez en mi vida entendí, que dejaba de soñar con tener hijos, y empecé a soñar con tener una familia. Esos treinta años, me estaban marcando a fuego, y tenía a mi lado al hombre que amaba, al padre de mis hijos (Motivo 11). A la persona que había ido a la cocina y había vuelto con un alfajor que tenía una vela encima y me dijo que pida tres deseos, los pedí para adentro, pero solo uno pedí para mí. Los otros dos los había pedido para él.
Mis tres deseos fueron:

1- Formar una familia con él.
2- Que él sea toda la vida tan feliz, como yo ahora lo soy a su lado.
3- Que pueda sentirse amado hasta el fin de sus días.


Mucho tiempo después entendí, que todos los deseos de esa noche, no serían complementarios.

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