Capitulo 3: Padre

Mi padre nunca fue mi padre. Mejor dicho, mi padre era mi padre, pero nunca fue la figura paterna que yo necesitaba. Hombre callado, jamás mostró sentimiento alguno. Se desvivió por su familia, y por eso vivió en su trabajo. Pero por vivir en su trabajo, jamás estuvo con su familia.

Mi relación con él nunca fue la soñada, pero no era una mala relación. Tampoco era buena. Simplemente era una relación cordial de familia.

Tenía una cultura de familia de campo del siglo XX, donde el hombre de la familia traía el pan a casa, y el resto de la familia no le discutía. El problema es que no heredé esa cultura. Y eso hizo que por años, la forma de relacionarnos sea por discusiones. No podía confiar en él; y cualquier cosa que prometía no la cumplía.

Con los años, las promesas que realizaba, eran promesas vacías para mí. Y consigo aumentaban las discusiones, ya que cada vez que me prometía algo, le decía que no lo iba a cumplir, y generaba una discusión. Y luego cuando venía a decirme que no lo iba a poder hacer, le decía que ya sabía y generaba otra discusión.

Físicamente, soy la mezcla de papá y mamá. Pero, internamente, poco y nada tengo de mi padre. Tal vez por eso, jamás nos supimos conocer.

A pesar de todo eso, yo lo amaba. Y para mí era el mejor papá del mundo. Porque me críe así y creía que todos los padres eran así.

Pero cuando tenía 17 años, mis padres se separaron. Nunca dejaron de amarse, pero nos informaban a mi hermano y a mí que mi papá dejaría de vivir con nosotros y se mudaría al día siguiente.

Los motivos de la separación, no son algo que detallaré, pero papá decidió separarse amando a mamá, y mamá sin querer separarse, y amándolo con toda su alma, aceptó que era lo mejor (Motivo 2). Aún así el tiempo que estuvieron separados, salían juntos a tomar un café, a charlar y hablar de sus vidas y una vez a la semana, comíamos todos juntos y jamás hubo discusión alguna entre ellos dos.

En los meses que estuvieron separados, mi padre se dió cuenta del tiempo que estuvo ausente en mi vida, y empezó a hacer planes para pasar el tiempo conmigo. Y lo más sorprendente de todo, es que los cumplía.

Por primera vez, en toda mi vida, sentía que al fin tenía un padre. Alguien a quien seguir, alguien en quien confiar.

Y llegó una noche, los dos solos, en la que se origina la siguiente conversación:

- Martín, tengo que reconocerte que me he dado cuenta del tiempo perdido que tuve con vos, y me alegra poder recuperarlo.
- (Pero yo algo brusco, pero sincero, debía responder) El tiempo que perdiste conmigo, no lo vas a recuperar jamás. Porque si bien, siempre tuve un padre, me crié solo. Pero me alegra que te hayas dado cuenta de tu ausencia y sepas aprovechar el presente.

Nunca hubiese imaginado, que esa charla, iba a ser la última charla sincera con mi padre.

Tres semanas después de esa charla, mi vida cambiaría definitivamente para siempre; y ya no tendría más excusas para seguir siendo un niño.

Era jueves, yo hacía trabajo voluntario. Pleno verano. Salimos todos los voluntarios tarde, y yo era el que más lejos vivía. Podría tomarme dos colectivos que me llevaran a casa, pero elegía acompañar a todos a sus casas y luego seguir hasta la mía.

Ni bien salimos del trabajo, miro el atardecer; era un cielo todo rojo, pero un rojo imponente que pocas veces se ha visto, y le digo en voz alta a un compañero: - Esta noche correrá sangre.

En aquel momento quedó como un comentario de película. Pero solo faltaban horas, para vivir la peor película de toda mi vida.

Termino llegando a casa, casi a las 22, y mi madre estaba cocinando. Cuando me ve, me saluda y me dice:

- Papá va a venir hoy también (él venía los lunes a cenar con nosotros, pero siendo jueves estaba viniendo por segunda vez). Me dijo que cenemos porque iba a llegar tarde, pero vos acabas de llegar, y yo arranqué la cena hace 10 minutos, así que lo esperamos y comemos todos juntos.
- Está bien, genial.

Subo a mi cuarto, y solo 5 minutos después llega mi padre a casa. Medio que se molestó con mi madre porque aún no habíamos comido, pero le explicó el por qué y se le pasó enseguida. Le dijo a mi madre que subía al baño a lavarse las manos.

Justo yo bajo, cuando él está por subir, así que lo saludo y cruzamos caminos.

Al rato, mi madre me pide que le avise a mi hermano y mi padre que ya está la comida, a lo que subo unos escalones y pego el grito. A mí hermano, le pego unos portazos estirando el brazo, porque estaba con la música a todo lo que da, y lo veo a mi padre en el cuarto de madre, y me mira como sorprendido. No me pareció nada raro, ya que aunque estuvieran separados, siempre fue el cuarto de los dos, y volví a bajar.

Nos sentamos todos a comer. Y cada uno contaba su vida; cuando de repente mi padre empezó a recriminarme que tenía que empezar a trabajar ya mismo. Yo había terminado el colegio hacía solamente dos meses, y con apenas 17 años, no había muchas opciones de conseguir un trabajo por ser aún menor de edad. Además en tres semanas empezaría la facultad y quería empezar a estudiar y enfocarme en mi carrera.

Lo que originó una discusión en la mesa, y mis ultimas palabras fueron "andate a la mierda". Nunca pensé que esas serían mis ultimas palabras hacia él.

Cuando terminamos de comer, mi hermano y yo, nos fuimos a jugar a las cartas al comedor, mientras mis padres seguían charlando en la cocina. En un momento, miro hacia la cocina y veo a mi papá mirándonos, pero yo seguía molesto por la discusión, y volví a mirar las cartas.

Luego de dos horas de haber llegado, mi padre se fue. Se despidió de todos, y mi madre lo acompañó a tomar el colectivo que lo llevaría a su casa.

Volvió mi madre, y mi hermano y yo estábamos ya cada uno en su cuarto, para acostarnos. Ella subió para ir a acostarse también, y de golpe vuelve a bajar y empieza a hablar por teléfono. La escucho hablar, pero no escucho que es lo que dice. Yo bajo molesto, pensando que mi mamá estaba saliendo con alguien, y que estaba hablando ahora que mi papá se había ido. Bajo para enfrentarla, y veo su cara desfigurada.

- ¡¿QUE PASA?!
- Nada, por favor Martín subí.
- ¡¿PERO DECIME QUE PASA?!
- Martín, yo ahora subo y te explico.

Subí la escaleras, pensando que a mi mamá le pasaba algo complicado. Me senté en mi cama, y esperé a que mi madre viniera a decirme que le pasaba.

De repente escucho el primer escalón (era una escalera de madera, y el primer escalón siempre sonaba cuando se lo pisaba), sé que es mi madre subiendo, y me agarra un escalofríos y pienso "no, algo le pasó a mi papá". Mi madre va a buscar a mi hermano a su cuarto, lo trae al mío, y nos dice:

- Papá se descompuso en la calle. No pasa nada, pero voy a ir a verlo así que quédense tranquilos acá.

De golpe, yo lo supe todo. Nadie me contó, nadie me lo negó.

Mi madre se fue, y yo empecé a llorar y a caminar de punta a punta de la casa, mientras mi hermano jamás entendió nada de lo que pasaba y se puso a jugar solo a las cartas, nuevamente.

Yo no paraba de llorar, y de pensar que iba a pasar ahora con nosotros, pero no decía nada. Mi hermano mientras, seguía jugando.

Al rato, llegó mi tía. Yo corrí a abrirle la puerta y ahí ya no contuve más el llanto.

- Martín, basta por favor. Su madre me llamó para que no estén solos y me los lleve a mi casa.

Eso decía, pero no podía mirarme a la cara.

El viaje en auto fue eterno. Yo no paraba de llorar y balbucear algunas palabras. y mi hermano seguía como si nada. Cuando llegamos a la casa de mi tía, estaban mis primos y mi tío todos despiertos. Nos sientan a ambos en la mesa, y mi tía juntando fuerzas para poder decir la frase completa, alcanza a decir:

- Chicos, papá falleció.

Mi hermano empieza a llorar y yo empiezo a insultar a mi padre a los gritos. Lo insulté una y otra vez, lo insulté como nunca había insultado en toda mi vida. De pronto, cuando me hermano se da cuenta de lo que estoy haciendo, me golpea y:

- ¡¿Por qué estás insultando a papá?!
- ¡¿NO ENTENDES QUE PAPÁ SE SUICIDÓ?!

Nadie supo como lo sabía, pero nadie pudo contradecime.

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